La palabra chocolate se deriva del vocablo azteca “xocolatl” que significa “agua espumosa”. Dicha denominación fue utilizada por los olmecas, aztecas y mayas para identificar una bebida amarga de sabor fuerte y de gran valor energético; sin embargo, sin azúcar no se disfruta el chocolate, comentan los europeos. Para los españoles dicha bebida era desagradable y no es de extrañar, ya que no se parecía en nada a lo que entendemos por chocolate de beber hoy en día.
El chocolate anteriormente era un brebaje amargo, muy graso y espeso que se tomaba frío. Lo fundamental para esta bebida era la espuma que se formaba que tanto los nahuas como los mayas tenían en alta estima. De hecho hacían que la bebida tuviera aún más espuma por el procedimiento de “escanciarla” desde lo alto a un recipiente colocado en el suelo.
Ese tipo de chocolate se elaboraba todavía en el siglo XVI colocando las semillas necesarias en un recipiente de barro para sacarlas al fuego, posteriormente se molían en metate hasta quedar reducidas a harina. Luego, se echaban en jícaras, preparadas con la corteza de una calabaza partida por la mitad y allí se mezclaba con agua, añadiéndose a veces achiote o chiles.